lunes, octubre 23, 2006

Oliver Hardy, mirando desde el pasillo

"Cuando era un niño, empecé un hábito que hoy todavía tengo. Mirar desde el pasillo. Me siento en el fondo del pasillo y miro a la gente. Siempre me ha gustado hacerlo. De vez en cuando el público me pregunta de dónde hemos sacado Stan y yo los personajes que hacemos en nuestras películas, piensan, que esos dos tipos no son como los demás; pero hay un montón de Laureles y Hardys en el mundo. Donde quiera que viaje, aún mantengo el hábito de sentarme en el pasillo y observar a la gente que pasa cerca de mi... Y, tengo que decírtelo, veo muchos Laurels y Hardys. Ya los veía en el hotel de mi madre cuando era un mocoso, el individuo tonto, tonto que nunca espera que le pueda ocurrir nada malo y su compañero listo, listo, que es más tonto aún que el tonto, sólo que no lo sabe"

Oliver Hardy fue un hombre modesto, tranquilo y sin demasiadas ambiciónes. Mientras su compañero Stan Laurel se metía en la sala de montaje, contralando aspectos de la dirección y la producción, Oliver prefería pasar una buena tarde jugando al golf con sus amigos. Sin embargo, antes que un mero comparsa, Oliver fue siempre un payaso capaz de darle a las actuaciones el matiz más personal, el sello más inclasificable: la mirada a cámara, la sonrisita y el saludito vergonzoso, el movimiento de corbata con el que expresaba su sensibilidad vulnerable, son cosas que no se aprenden ni se encuentran en un guión, son puros destellos de un gran actor que se había formado dandole el pie a muchos otros cómicos delante de una cámara.
El gran acierto de Laurel y Hardy es presentarnos a dos tontos, que podrían ser todos los tontos, que de hecho, podríamos ser nosotros mismos, y en eso hay mucho de observación de costumbres, Hardy, quizás sin pensarlo demasiado, descubrió, que la comedia tiene el método científico de la observación, pues nadie se ríe de lo que le es completamente ajeno.
"Fuera de lo humano no hay nada cómico" dijo Henry Bergson, autor del Tratado sobre la Risa. Y nadie es más humano que Stanley y Ollie, nos sentimos tan identificados con la vulnerabilidad del Flaco como con las ansias de ser aceptado del Gordo. Tienen nuestras mismas preocupaciones y asumen nuestro ridículo para que nosotros nos podamos reir de él.
Y por eso son dos grandes, claro.

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